Run lorenzo Run!!
miércoles, 27 de junio de 2007

Lorenzo Cubillos: "El "Forrest Gump" chileno
Ex empresario, egresado de filosofía, avezado tarotista y, por sobre todo, un corredor infatigable. Hace 25 años que Lorenzo Cubillos trota y trota por parques, cerros e incluso por plena Alameda. Pudo haber sido maratonista, pero se cansó de los auspiciadores. Hoy corre por puro gusto y para pensar mejor.
Después de verlo durante más de 10 años rebotando por diversas plazas, parques, cerros y calles (incluida la Alameda), sólo quedaba pensar que se trataba de otro excéntrico más en la gran ciudad. Pero al ver que pasada la década esa imagen se repetía una y otra vez, no importando si algunos parques eran ahora autopistas, si algunas calles de barrio estaban convertidas en avenidas peligrosas o si algunas veredas se habían transformado en paseos peatonales, no se podía seguir aguantando la curiosidad. ¿Quién era este hombre?
Al encontrar respuestas, la mayoría de éstas deja gusto a poco. Cuente la historia que cuente, queda la sensación de que Lorenzo guarda varios tomos de anécdotas, cada una más sabrosa que la otra.
Qué más se podía esperar de alguien que lleva 25 años conociendo cada esquina de la capital, que fue maratonista en su época pero que finalmente estudió filosofía y tarot,

Lorenzo Cubillos Munski (40) era "gordito" en 1982, año en que se hizo expulsar del Liceo Alemán. Al ver que su padre no atendía sus quejas sobre el colegio - que él encontraba "completamente retrógrado"- comenzó a acumular anotaciones por mala conducta. La recomendación de la Congregación del Verbo Divino fue retirarlo.
Considerando que había aprendido a hablar alemán antes que castellano, que su padre médico quería que recibiera una buena educación y que él anhelaba un colegio donde la música y el deporte ocuparan el mismo lugar en importancia que las matemáticas y la historia, la opción final fue el Colegio Alemán de Santiago. Ahí Lorenzo terminó tercero y cuarto medio: con similar cantidad de anotaciones que en el liceo, estudiando siempre por osmosis y transgrediendo las normas que consideraba ridículas. Cuando la inspectora lo mandaba a sacarse la barba, él se afeitaba sólo la mitad de la cara, la que estuviera del lado donde la "Frau" se paraba todas las mañanas.
Fue el 82 cuando Lorenzo decidió bajar de peso. No es que fuera un obeso, pero lo suficiente para que sus compañeros lo molestaran. "Un día subí al cerro. Como era medio pesado, corría hasta un poste y el siguiente lo caminaba. Después caminaba medio y corría dos. Y así hasta que pude alcanzar una distancia completa. En la medida que adelgazaba, me iba costando menos. Ese año me conecté fuertemente con la mística del correr", cuenta Lorenzo, quien tenía 15 años entonces.
Para sacar partido a sus condiciones, el joven se buscó un entrenador en el Estadio Manquehue. Estuvo un tiempo a sus órdenes y luego decidió seguir solo. "Se quedaba mucho en la teoría y a mí lo que me interesaba era conectarme con la naturaleza; alcanzar otros estados de conciencia. Mientras corres, vas descubriendo lo que pasa dentro de tu mente y tu alma". La disciplina se fue transformando para él en un estilo de vida, además de su fuente de paz y su medio de transporte: al colegio llegaba trotando; a la casa de un amigo, trotando. Incluso cuando le tocó rendir la Prueba de Aptitud Académica, partió trotando. Y hasta hoy, cuando tiene que cobrar un cheque en un banco o ir al supermercado, él prefiere hacerlo, trotando. El récord de sus apodos callejeros lo lleva "Forrest Gump". Le sigue "Jesucristo" y luego "John Lennon". Y aunque "Osama Bin Laden" estuvo de moda en 2001 y 2002, todavía hay uno que otro que se lo grita.
Cuando tenía 17 años, Cubillos hizo algo que ningún adolescente había hecho antes en Chile: correr una maratón de 42 kilómetros por todo Santiago. Salió décimo, pero eso fue lo de menos. Lo que importó fue que no hubiese muerto. "Los entrenadores decían que los jóvenes no podían correr esas distancias porque se fundían. Supuestamente un maratonista alcanzaba su peak a los 25 años, pero hoy ves tipos que a los 35 o 40 años son campeones", dice este hombre, que siempre tuvo la confianza suficiente en él para hacer las cosas a su manera.
Cuando estudiaba en el Físico de la Universidad de Chile en 1985, se dedicó cuatro meses a transmitirles sus convicciones a los profesores. Para él, era necesario establecer una conexión positiva con el deporte, no decirle al gordito "trote tantos minutos en equis tiempo", sino "corra a la velocidad que pueda". De lo contrario, ese niño desarrollaba una aversión por el ejercicio. Pero cuando se dio cuenta de que su mensaje no era escuchado, decidió no seguir siendo cómplice de un "sistema que no conducía a nada bueno". A sus padres comenzaban recién a salirles las primeras canas.
Los tres años siguientes estuvo sólo dedicado a entrenar y a competir en cuanta maratón se le cruzaba por delante. Y aunque el dinero no le sobraba, siempre se las arreglaba para viajar. A Lorenzo siempre le gustó imponerse desafíos. Aunque suena insólito escucharlo, él afirma que nunca tuvo una capacidad innata para correr. Por eso debió autoexigirse más. Y cuando se acercaba una maratón como la de Nueva York, la de Sao Paulo, la de Ciudad de México o la de Asunción, no se acostaba hasta que completaba 40 kilómetros diarios. A tanto llegaba su sentido de la autodisciplina que para desarrollar más su capacidad cardiovascular un día partió al Cuzco y a Machu Picchu. Ahí, a 4.000 metros de altura, logró mejorar su rendimiento aeróbico.
Él era un convencido de que los límites físicos los ponía la mente. Prueba de ello fue lo que pasó con su rodilla. "El año 88 estuve con una lesión en un cartílago. Fui donde los médicos y me dijeron que me olvidara de correr, porque eso no se regeneraba. Luego visité a un ocultista y me aseguró que era una enfermedad kármica y no podría deshacerme de ella. Como correr era un asunto de vida o muerte para mí, decidí salir solo de eso. Esperé hasta el 21 de junio, una época en que las fuerzas de la naturaleza vuelven, y me puse a trotar. Al principio me dolía como si me estuvieran clavando un cuchillo, pero de tanto soportar el dolor, dejó de ser un problema. Fue pura voluntad y perseverancia", cuenta Cubillos, que para corroborar su teoría llegó a caminar incluso sobre fuego y vidrio el año 2000. Sin secuelas, claro.
Perseverancia fue lo que tuvo Boston. "Cuando fui a correr a Nueva York en 1991, me quedé seis meses allá. Me hice amigo de unas personas con contactos en la Harvard Divinity School. Como andaba en un proceso de conocimiento personal, me interesó un curso sobre tradiciones religiosas de los nativos americanos y escrituras de la India. Así es que viajé e insistí en mi interés. Me aceptaron, con la condición de que comprara todos los libros que me pedían y que los estudiara en clases. Y así lo hice".
En 1988, Lorenzo había entrado a estudiar filosofía a la Universidad Católica. Pero su dedicación casi exclusiva al deporte lo hizo congelar la carrera. Luego vino Nueva York, su paso por Boston y finalmente Santiago de nuevo. "Cuando volví el 92 tomé unos cursos más de mi carrera, pero volví a congelar".
Esa vez la excusa tenía que ver con algo más que el trote. "Estaba en un buen nivel atlético, pero a los 25 años ya quería independizarme. Un día pasaba por Bilbao y vi una empresa en la que limpiaban tapices de auto. Me di cuenta de que con una pura máquina de polvo-agua, una escobilla y un champú se ganaban 15 mil pesos en una hora. Así es que fui donde un amigo, me conseguí unos cheques, compré la máquina y armé mi negocio", cuenta este hombre de silueta magra.
Mal no le fue. Pero como buen "circo pobre" tenía que hacer de operario, promotor y gerente a la vez. Y eso comenzó a mermar su rendimiento deportivo. "Estaba todo el día limpiando alfombras y vidrios y luego salía a correr. Entre nueve y 10 de la noche lograba llegar a mi casa. Pero como también estaba viendo el tarot, venían a visitarme amigos y me pedían que les sacara las cartas. No se iban hasta que yo les solucionaba su problema, cosa que podía ocurrir a las dos de la mañana".
No fue mala la experiencia que el atleta tuvo con las alfombras. Amante de la observación, ese fue el mejor campo para conocer a los chilenos. "Vi todo tipo de casas: de utilería, las solas, las sucias, las cálidas. Habían algunos living que parecían unos museos, entonces te dabas cuenta cuáles eran casas y cuáles hogares".
Entre alfombras y deporte, Lorenzo optó obviamente por lo segundo. Pero también por otra ocupación más. "Me di cuenta de que había gente que cobraba por sacar el tarot. Yo tenía un problema ético con cobrar por algo que significaba ayudar a las personas, pero vi que los sicólogos y los siquiatras lo hacían por atender media hora y a veces ni siquiera solucionaban los problemas. Entendí que los cursos de tarot que había hecho (uno con Jodorovsky en 1997) y mis libros me habían costado plata y tenía que cobrar para poder dedicarme a esto".
Tanto le apasionó, que cuando retomó la carrera de filosofía por tercera y última vez (ello con el gentil auspicio de su padre) decidió hacer su tesis sobre este sistema de símbolos e imágenes que, a la larga, "sirve para conocerse a uno mismo", dice el tarotista. Para ello tuvo que elevar una carta al decano de la facultad, explicando sus motivos para investigar un tema al que la Iglesia Católica siempre le ha colgado adjetivos de ocultista y banal. Sus sólidos argumentos fueron acogidos y tras 20 años estudiando filosofía - "como los antiguos", dice- está a punto de titularse.
Lorenzo Cubillos dejó de competir el año 2000. Fueron 18 años que él declara haber vivido inmerso en una realidad paralela en la que sólo convivían sus piernas y su mente. De parejas, sólo vino a saber hace poco.
De todo le pasó en la calle. Uno que otro piropo y uno que otro atropello. El más grave le ocurrió una vez que trotaba por Manquehue. "Había un tipo cortando árboles con una motosierra. Y justo cuando paso corriendo al lado, me la tira a la altura de la rodilla. Alcancé a hacerle el quite, pero la agarró igual. Fue tanta mi impresión de verme sangrando y con el hueso al aire, que sólo atiné a ir a la Clínica Alemana, pasar directo a una camilla de urgencias y esperar que llegara el primer doctor a coserme. Me fui caminando a mi casa y al otro día ya estaba corriendo de nuevo", dice riendo como niño travieso.
Durante los 18 años como atleta de competencia, Lorenzo trazó una serie de circuitos por Santiago. Algo que le dio la posibilidad de descubrir una ciudad de la que pocos tienen noción. "Ésta es una ciudad hermosa. Gracias a Dios que hace dos siglos le pusieron parques a la capital. Hay ciertas zonas donde puedes encontrar la misma naturaleza que podrías ver en cualquier lugar de Chile. Lo que me preocupa es que están destruyendo estos lugares".
El corredor habla con propiedad de "sus lugares" preferidos y alega cuando se los quitan. "Lo último que me robaron fue el sector de La Pirámide, una zona del Parque Metropolitano donde iba a correr y encontraba tiuques y águilas. Llegó una constructora y, de manera bastante bruja, voló el ecosistema", se queja. Lorenzo fue de aquellos que conoció el sector de Los Trapenses cuando allá había un tranque y puro campo. Varias veces trotó también por Huechuraba con sus amigos, donde solían reírse pensando que algún día podrían instalar una carretera y un mall ahí. Ahora ya no le causa gracia.
Él no sólo es un testigo directo de los cambios físicos de la ciudad. A través del trote fue conectándose también con la idiosincrasia de unos habitantes que él cree que han involucionado. "Hace años que tenemos todos los elementos tecnológicos para ser una sociedad feliz y realizada. Pero esos se han ocupado para hacerles la vida más jodida a las personas, para mantenerlas más dormidas. Soy partidario de que todos hagan lo que les gusta, y si es muy difícil, hay que procurar al menos no hacer lo que no nos gusta", sentencia el atleta de 40 años. \\

1274 11/03/2007 La tercera Mujer
posted by Devil Runners @ 16:37,
2 Comments:
- At 6 de julio de 2007, 22:34, Unknown said...
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Saludos desde Antofagasta:
El blog a progresado mucho, felicitaciones Elita por aquella nota de Lorenzo Cubillos genial nota, un ejemplo de transgreción de limites, de lo que la sociedad comunmente espera de uno, de lo preestablecido más aya de convencionalismos, he alli un ejemplo de alguien que se atreve a seguir su pasión por el deporte, la filosofía y un estilo de vida muchas veces incomprendido o desacreditado.
Saludos a todos los devilrunners - At 28 de octubre de 2024, 10:54, said...
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Saludos al cielo estimado Lorenzo Cubillo, !!! Felicidadesx